PRÓLOGO DE GABY VALLEJO

(Resumen de su prólogo al libro “Soy poeta”)

 

Tarea brava. Un pequeño libro de poemas escrito por una mujer singular.

 

A medida que leía este libro, iba entrando en un recuerdo complejo, “cortaziano” del todo: la posición de salto al vacío, a lo desconocido, la necesidad de un salto para romperlo todo. Julio Cortázar en mi juventud y la búsqueda de lo fundamental, el enfrentamiento con “La Gran Costumbre”, para conquistarse uno mismo, una misma en este caso. Y así, estamos aproximándonos, iniciándonos a un lenguaje de rupturas de las búsquedas de una mujer.

 

Mireya Machí se justifica como dueña de un autodidactismo frente a la vida y la poesía. Inicialmente suena raro, pero el recorrido de su vida – viajera impenitente - y la construcción personal de lo que hace ella y es ella, convence, prueba. Mireya Machí es una demostración de que se puede vivir de ser poeta, sin lo que son las cosas necesarias para los demás, que se puede hacer el recorrido por los caminos y las ciudades sin televisión, sin auto, sin whatsapp. Ella está segura con sus certezas poéticas, que somos seres “abundantes” con un “dios interno” grande, que da lo inesperado. Habla de que, ese “dios interior” da los eventos con los que vibran sus células y crea poesía.

 

Estamos frente a una mujer joven capaz de decir y escribir estas concepciones y más aún, capaz de vivirlas. Estamos frente a una poeta que huye de la grandilocuencia, de las normas y reglas poéticas, que usa las palabras de siempre y que por la fuerza de su vida y de su arte poético, ahora son otras palabras las que están provocando saltos.

 

Su poema titulado justamente “Soy poeta” es la definición, verso tras verso, de su irreverencia, su ruptura, su autenticidad, su novedosa huella. Ser poeta es la antítesis de las mejores situaciones y los mejores trabajos apetecidos que ella no ansía. Ser poeta es estar “loca de preguntas atrevidas” y ser “la que baila descalza entre los cardos”, la audaz que vive de rupturas y desafíos. Ser poeta para Mireya, es ser la escarbadora de lo que no fue dicho, de las basuras humanas, de los mejores sueños.

 

Quien lee a Mireya, se enfrenta con la autenticidad. Todo golpea, vibrante, vibrándonos. Si seleccionamos algunas expresiones, para presentarla, cortamos la intensidad poética, la mutilamos, cometemos un grave error. Pero las expresiones de Mireya suenan y resuenan y nos persiguen. Sobre todo, si las escuchamos en el contexto en que nacieron.

 

Y la vemos haciendo dedo en las carreteras, cuidando casas para sobrevivir, amando y buscándose, en los varios tipos de cuerpos que tiene -parafraseando a ella misma, “el cuerpo astral, el energético, el emocional”- que quieren juntarse para crear el arte, la poesía.

 

No es fácil acercarse a Mireya -lo dijimos al principio- tarea brava. Constructora de la poesía de la exactitud. No sobra ni falta nada. Algunos poemas son realmente excepcionales. Por ejemplo “Su niña interior”. Poema duro y hermoso. Dedicado a la doble, la que existe invisible, la de los secretos, la salvadora que la habita entera.

 

“Tengo algo que decir”, poema a la tierra, a las raíces, a la emoción por el lugar en que vive, Chile. La poeta española pide perdón en nombre de Europa. “Tengo algo que decir, humildemente, vergonzosamente” a “los guardianes de semillas y tejedores”. Es un poema intenso en que se siente la dimensión del descubrimiento del daño cometido por la conquista de América, y lo repite: “Mis ancestros y yo les pedimos perdón”. “Esta extranjera tiene algo que decir”.

 

“Renacer”, poema escrito después de un trance de semi-muerte que la tuvo en el limbo desconocido por un tiempo, está estructurado desde la necesidad de vencer la muerte y desear toda la vida. Enumeración de todo lo digno de amar. Es un poema que crece por la fuerza de un viaje a lo fundamental diciendo al final “que pese a quien le pese este acto, no hay tumba que calle mi canto”.

 

Y Mireya, no calla.

 

Cochabamba, noviembre de 2018.

 

 

Gaby Vallejo Canedo.

Escritora y académica de la lengua boliviana.