PRÓLOGO DE LORENZO SILVA

(Resumen de su prólogo al libro “Donde sucede la magia”)

 

Mireya Machí, a quien tengo la suerte de conocer y tratar desde hace veinte años largos, es una aventurera en el mejor sentido de la palabra: alguien que se aventura allí donde no sabe lo que hay, allí donde todavía puede descubrirse algo a sí misma y de paso, para eso lleva cuaderno, descubrírnoslo al resto. Mireya, quien decidió cruzar un día el océano y mudarse de Europa a América, se me antoja parecida a grandes personajes históricos de la empresa ultramarina de la Corona de Castilla, con ese alarde que cambió el mundo, no siempre para bien, aunque tampoco siempre para mal (puede atestiguarlo la propia Mireya, en las muchas personas con las que ha podido entenderse en la lengua de Cervantes, que es una patria común para cientos de millones de personas y, como tal, una aportación extraordinaria a la paz y la armonía del mundo). Ella no ha conquistado imperios, depuesto incas o Moctezumas a sangre y fuego, como Pizarro o Cortés; más bien, como Cabeza de Vaca, se ha dejado conquistar por lo descubierto, ha dejado que América la deshiciera y la rehiciera nueva, más rica, más sabia, más valiente, más conforme consigo y con los demás. De ese viaje trata en buena medida esta antología poética, quizá pudiera decirse que es su asunto principal: de cómo una valenciana de Alginet se acabó haciendo chilena de corazón y, al filo y al abrigo de los Andes, aprendió a reconectar con la tierra de la que nació y en la que abriga la firme fe de pervivir, sea cual sea la manera, sin morirse nunca. Pero también nos habla de algunas cuestiones más, entre ellas de su condición de mujer, de poeta y de alma comprometida con el aprendizaje de su propia e irrenunciable verdad, con el hallazgo del bien que nos acecha por doquier, cuando abdicamos de nuestros miedos, nuestros recelos y nuestras satisfacciones para conocer la criatura solitaria y desnuda, libre e inmortal que todos llevamos dentro, aunque algunos prefieran creerse trabados al tablado de unas posesiones aparatosas y perecederas. Todo eso es lo que lleva a la poeta que habla en estas páginas a apostar a «que el final sea una fiesta», o a anunciarle a quien se confunda con ella, entera y desafiante: «Hay caballero con aire imprudente / que viene a salvarme del peligro / hasta ver que yo sola me atino / escapando de torres y grilletes». Eso es, también, y por contraste, lo que la empuja a escribir dos veces este verso: «lo siento, perdóname, te amo, gracias». Porque hay algo, entre toda la soledad, todas las oportunidades perdidas y todos los caminos equivocados, que nos condujo a ser la aventura y el cuaderno, la vida y la memoria: este don que hemos de amar y agradecer en tanto nos acompañe, que podría ser todo el tiempo, si somos capaces de creer en él y defenderlo.

 

Illescas (Toledo), 6 de agosto de 2017.

 

 

Lorenzo Silva.

Escritor, relator, columnista y abogado español.

Premio Nadal, Premio Ojo Crítico, Premio Algaba,

Premio Primavera y Premio Planeta.

www.lorenzo-silva.com